Por Alberto Benza González
Había una vez un niño que, ansioso por demostrar su inteligencia al profesor, le planteó una pregunta intrigante: ‘¿El pollo está vivo o muerto?’
El profesor, sabiendo que el niño intentaba tenderle una trampa, reflexionó cuidadosamente antes de responder. Después de un breve momento, el profesor dijo: ‘El destino del pollo no está determinado por mis palabras, sino por tus acciones’.
Sorprendido por la respuesta del profesor, el niño se quedó pensativo. Comprendió que el verdadero significado de la pregunta iba más allá de una simple respuesta afirmativa o negativa. Era un desafío moral y ético sobre su responsabilidad y el poder que tenía en sus manos.
El niño se dio cuenta de que su elección influiría directamente en el destino del pollo. Si decidía tomar el camino de la violencia y quebrarle el cuello al pollo, estaría eligiendo su muerte. Si, en cambio, optaba por proteger su vida, el pollo seguiría vivo.
El profesor, al ver la comprensión en los ojos del niño, sonrió sabiamente. ‘La vida y la muerte están en tus manos, y es tu deber tomar decisiones conscientes y responsables. Cada acción que tomes tiene consecuencias y debes ser consciente del poder que tienes para afectar la vida de otros’.
El niño asimiló las palabras del profesor y se comprometió a ser un defensor de la vida y la compasión. Aprendió que la responsabilidad de proteger y cuidar de los seres vivos recae en cada uno de nosotros, y que nuestras acciones pueden marcar la diferencia en el mundo que nos rodea.
Desde ese día, el niño llevó consigo la lección del pollo, recordándole la importancia de tomar decisiones éticas y respetar la vida en todas sus formas.
FIN.