Por Alberto Benza González
En cada viaje emprendido, mis pasos se despliegan como alas ansiosas por explorar. Entre escalas y travesías, encuentro refugio en las páginas impresas que reposan en mi compañía. Los libros, fieles confidentes de palabras encantadas, despiertan mi mente y me envuelven en un abrazo literario. Entre líneas y versos, los viajes se vuelven más que simples travesías físicas; se convierten en un baile íntimo entre la realidad y la imaginación.
En las páginas, encuentro el refugio de las historias, las voces de los autores que susurran al oído de mi espíritu inquieto. Los libros, guardianes de conocimiento y sabiduría, se convierten en mi constante compañía, alimentando mi sed de aventura y enriqueciendo mis travesías con sus letras danzantes. Cuando viajo, los libros son más que simples objetos; se convierten en la puerta hacia mundos inexplorados, en la melodía que acompaña mi itinerario y en la brújula que guía mi imaginación.