Por Alberto Benza González
Las palabras danzan en el aire, flotando como mariposas de letras que buscan un destinatario. Mi voz se convierte en un susurro íntimo, un eco solitario que resuena en el vacío. Es en este espacio sagrado de la soledad donde encuentro la paz, la claridad y la serenidad. Las palabras fluyen como ríos de tinta, trazando senderos en el papel y dando voz a mis pensamientos más profundos.
La soledad, lejos de ser una condena, se convierte en un encuentro con la esencia misma de mi ser. Es en este espacio íntimo donde encuentro la inspiración, la conexión con mi verdadera voz y la posibilidad de crear algo hermoso y único.
En la vastedad de la soledad, encuentro la semilla de la esperanza, la certeza de que el encuentro con otros corazones está por llegar. Mientras tanto, me abrazo a la soledad con gratitud, sabiendo que es en su abrazo que encuentro mi propia compañía y la belleza de mi propia existencia.