Por Alberto Benza González
En las profundidades de mi ser, brotan palabras impetuosas, como ríos desbordados, clamando por una buena educación con valores. En las aulas, donde se supone que se forjan los cimientos del futuro, se erigen muros de indiferencia y superficialidad. La educación se ha reducido a una simple transmisión de información desligada de toda ética y trascendencia. Nos hemos olvidado de que el conocimiento debe ser acompañado de una brújula moral, de una guía que oriente a los jóvenes hacia la nobleza de carácter y la búsqueda de un mundo mejor.
La falta de valores en la educación se refleja en una sociedad desgarrada por la violencia, la corrupción y la desigualdad. Nos hemos vuelto insensibles ante el sufrimiento ajeno, hemos perdido el sentido de la solidaridad y la empatía. ¿Dónde están los pilares de la justicia y la equidad que deberían sustentar nuestra convivencia? Nos hemos perdido en el laberinto de la ambición desmedida y el individualismo voraz.
Es hora de romper con esta inercia perniciosa y reclamar una educación con valores como un derecho inalienable. Es hora de que los maestros se conviertan en faros de luz en medio de la oscuridad, de que despierten en sus estudiantes la pasión por la verdad, la honestidad y la integridad. No se trata solo de enseñarles a leer y escribir, sino de sembrar en ellos la semilla del respeto, la tolerancia y la responsabilidad social.
Necesitamos una educación que eduque corazones y mentes, que avive la llama de la conciencia crítica y despierte la sed de justicia. Es imperante que los jóvenes comprendan la importancia de la solidaridad, de tender una mano fraterna a quienes menos tienen, de construir puentes que derriben las barreras que nos separan. Solo así podremos gestar una sociedad más humana, más digna.
El arte, la música, la poesía, deben ser aliados inseparables de esta educación con valores. A través de la belleza y la creatividad, podemos despertar el asombro y la sensibilidad en los corazones juveniles. Enseñémosles a valorar la diversidad cultural, a apreciar la grandeza de la naturaleza, a buscar la armonía en medio del caos. Permítanles soñar, imaginar y crear un mundo más hermoso y justo.
Es hora de dejar atrás las prácticas arcaicas, los sistemas obsoletos que solo perpetúan la desigualdad y la injusticia. Debemos alzar nuestras voces con la fuerza de los mares embravecidos y reclamar una educación que se nutra de los valores más profundos que laten en nuestras almas. Es hora de recordar que la educación no solo es el camino hacia el conocimiento, sino también hacia la plenitud humana y la trascendencia.
Enarbolemos la bandera de la educación con valores, luchemos incansablemente por una transformación profunda en las estructuras educativas. No permitamos que se extinga la llama de la esperanza, sino que arda con fuerza y brille en cada corazón que se nutra de una educación con valores.