Por Alberto Benza González
En la oscuridad de la noche, una tragedia incomprensible se gestó entre los susurros de la brisa. El padre desató el oscuro nudo que aprisionaba sus pensamientos mientras estaba atrapado en los laberintos de su mente fracturada. El poeta Piero, con su alma llena de versos, fue el trágico destinatario del desvarío de su padre.
En la habitación, las sombras se movían como testigos silenciosos de un amor afectado por la enfermedad. En la oscuridad, el puñal se alzó como un traidor con su frío filo, tan gélido como el abrazo de la soledad. En la vastedad de la noche, los ecos de un grito silenciado se desvanecieron a medida que el joven poeta se fundía en un poema interminable.
¿Qué palabras pueden describir el dolor de un corazón roto por su propia sangre?El cielo, en completa calma, observó la tragedia con sus brillantes ojos estrellados, mientras la luna, testigo silencioso, derramaba lágrimas plateadas sobre la tierra manchada por el trágico suceso.
Quedó solo el padre entre las sombras, abrazando el vacío de su alma desgarrada, perdido en los laberintos de su mente. Piero, el poeta cuyos versos quedaron silenciados para siempre, se convirtió en un eco eterno en la memoria, donde su luz brillará en la oscuridad y recordará la fragilidad del alma humana y la tragedia que reside en lo más profundo de la mente.